Los más antiguos
testimonios de la música organizada y ordenada datan de los sumerios y los
egipcios: textos que datan del tercer milenio a.C. hablan de música
eclesiástica, de coros, de hombres y
mujeres instrumentistas.
La música
popular en cambio, tiene pocos registros; algunas pinturas de pastores silbando
o tocando un laúd de mango largo.
Del pueblo
hebreo se sabe la evolución que sufrió la música. Era común que la gente
cantara, tocara la lira o el tambor. Cerca del año 1000 a C. surgieron
instrumentos extranjeros, traídos desde Egipto, como arpas, cítaras, oboes,
címbalos, sistros.
El canto era antifonal y responsorial, como el de los egipcios, los libios, los palestinos, fenicios, sirios y los habitantes del Eufrates. El cantante improvisaba y la gente respondía exactamente del mismo modo.ñ
El canto era antifonal y responsorial, como el de los egipcios, los libios, los palestinos, fenicios, sirios y los habitantes del Eufrates. El cantante improvisaba y la gente respondía exactamente del mismo modo.ñ
La liturgia cristiana de Siria, la más parecida a la hebrea de Palestina, prueba que la antífona es absolutamente el único rasgo que Israel tenía en común con el mundo oriental comprendido entre Libia y Mesopotamia.
Aunque ninguna de las melodías sirias puede ser definida en su forma original, los estudiosos concuerdan en elementos hallados que se remontan a la antigüedad.
Entre los ríos Tigris y Eufrates se desarrollaron varias civilizaciones, como los sumerios, los hititas, los asirios y los babilonios. De esos tiempos prebíblicos quedaron testimonios arqueológicos en iconografías que es muy útil para analizar cómo eran los instrumentos y como se conjugaban pero inútil para averiguar qué géneros tocaban los músicos. De las numerosas imágenes que han llegado a nuestros días de los milenios III y II cabe destacar el Estandarte de Ur, donde figura un arpista, una lira. Además figuran instrumentos de percusión y la flauta simple o doble instrumental.
Aunque ninguna de las melodías sirias puede ser definida en su forma original, los estudiosos concuerdan en elementos hallados que se remontan a la antigüedad.
Entre los ríos Tigris y Eufrates se desarrollaron varias civilizaciones, como los sumerios, los hititas, los asirios y los babilonios. De esos tiempos prebíblicos quedaron testimonios arqueológicos en iconografías que es muy útil para analizar cómo eran los instrumentos y como se conjugaban pero inútil para averiguar qué géneros tocaban los músicos. De las numerosas imágenes que han llegado a nuestros días de los milenios III y II cabe destacar el Estandarte de Ur, donde figura un arpista, una lira. Además figuran instrumentos de percusión y la flauta simple o doble instrumental.
Vastos complejos, como la orquesta del Templo de Jerusalén, sugieren un alto nivel de educación musical, de habilidad y de conocimiento.
El sistema que se seguía, es posible, hasta cierto punto deducirlo de los instrumentos musicales usados: las cuerdas abiertas del arpa y la lira que implican el principio del arriba y abajo (cíclico) es casi una afinación pentatónica, que resulta confirmada por otros testimonios; los laúdes posteriores de mástil largo con centro de difusión en Persia y Mesopotamia tienden a evocar el principio divisivo.
El canto, al menos en el último milenio a.C., fue heptatónico sin referencias pentatónicas, con un estilo completamente logogénico, en base silábica, y ornato solo moderado con ligaduras y melismas. La melodía seguía esquemas preformados, o era compuesta a base de motivos cuidadosamente clasificados y no de simples notas. Consecuentemente, la notación se desarrolló como serie de escritos, de acentos, y de neumas, sin signos de altura sonora.
El “metro” en el significado griego permaneció desconocido, mientras el “tempo” con golpes regulares existía solo en la danza y en la música inspirada en la danza.
La melodía religiosa tenía un ritmo libre; seguía los metros irregulares de las palabras alargando las sílabas acentuadas, incluso las fonéticamente breves.
Más allá del simple solo y el canto coral, la música tendió preferiblemente a organizarse en varias formas de antífona. Es difícil afirmar cual ha sido con exactitud el papel representado por la polifonía; hay de todos modos en los instrumentos notas de acompañamiento y acordes consonantes.
El sistema que se seguía, es posible, hasta cierto punto deducirlo de los instrumentos musicales usados: las cuerdas abiertas del arpa y la lira que implican el principio del arriba y abajo (cíclico) es casi una afinación pentatónica, que resulta confirmada por otros testimonios; los laúdes posteriores de mástil largo con centro de difusión en Persia y Mesopotamia tienden a evocar el principio divisivo.
El canto, al menos en el último milenio a.C., fue heptatónico sin referencias pentatónicas, con un estilo completamente logogénico, en base silábica, y ornato solo moderado con ligaduras y melismas. La melodía seguía esquemas preformados, o era compuesta a base de motivos cuidadosamente clasificados y no de simples notas. Consecuentemente, la notación se desarrolló como serie de escritos, de acentos, y de neumas, sin signos de altura sonora.
El “metro” en el significado griego permaneció desconocido, mientras el “tempo” con golpes regulares existía solo en la danza y en la música inspirada en la danza.
La melodía religiosa tenía un ritmo libre; seguía los metros irregulares de las palabras alargando las sílabas acentuadas, incluso las fonéticamente breves.
Más allá del simple solo y el canto coral, la música tendió preferiblemente a organizarse en varias formas de antífona. Es difícil afirmar cual ha sido con exactitud el papel representado por la polifonía; hay de todos modos en los instrumentos notas de acompañamiento y acordes consonantes.
El clima caluroso y seco de la zona permitió que perdurara una buena
selección de instrumentos como arpas, laúdes primigenios, flautas, cuernos y
trompetas, tambores y una especie de sonaja muy popular en la región: el
sistro. Esta zona, que floreció en grupos culturales entre el 4.000 y el 500 a .C., valoraba mucho a
los músicos, tanto que difícilmente eran ejecutados en las masacres y guerras,
sino que los tomaban como botín. Aún hoy es una incógnita cómo sonaba la música
que tocaban y cantaban.
Los instrumentos que
usaron fueron la lira-arpa, las cítaras, cimbalos. De la antigua Sumer (c. 2700 a.C.) hay dos delgados oboes conservados en el Museo de la Universidad de Filadelfia.
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